· Evangelios Apócrifos · Literatura Apócrifa del Nuevo Testamento del Cristianismo Primitivo · Apuntes sobre la conformación del Canon del Nuevo Testamento ·
· Evangelio de Nicodemo ·
· Manuscrito pergamino s. IX/X ·
Gentileza de Einsiedeln, Stiftsbibliothek, Codex 169 (468)
Con el término Evangelios Apócrifos o, mejor dicho, “Literatura Apócrifa del Nuevo Testamento del Cristianismo Primitivo”, se hace referencia a una serie de textos, en su mayor parte de los primeros siglos del cristianismo, de temática o contenido religioso diverso, que fueron y son considerados extra-canónicos por la Iglesia oficial, es decir, fuera del canon o lista de libros aceptados por la “la Iglesia cristiana en general.”
En forma más específica esta literatura asumía no sólo el formato o nombre de “Evangelio” (“Protoevangelio de Santiago”, “Evangelio según Tomás”, “Evangelio según Felipe”, Evangelio de la Verdad”), sino también de “Hechos” (“Hechos de Pedro, “Hechos de Tomás”, “Hechos de Andrés”, “Hechos de Pablo”, “Hechos de Juan”), “Epístolas” (“Epístola de Bernabé”, “Cartas del Señor” y de “Apocalipsis” (“Apocalipsis de Pedro”, “Apocalipsis de Pablo”).
En cuanto a su temática la Literatura Apócrifa del Nuevo Testamento suele clasificarse [1] como:
A) Apócrifos de la Natividad de Jesús
A.1. Protoevangelio de Santiago
A.2 Evangelio del Pseudo Mateo
A.3 Liber de infantia Salvatoris (Libro sobre la infancia del Salvador)
B) Apócrifos de la Infancia de Jesús
B.1 Evangelio del Pseudo Tomás
B.2 Evangelio árabe de la infancia
B.3 Historia de José el carpintero
B.4 Evangelio armenio de la Infancia
C) Apócrifos de la Pasión y Resurrección de Jesús
C.1 Evangelio de Pedro
C.2 Ciclo de Pilato
C.2.1 Evangelio de Nicodemo/Actas de Pilato/Descenso de Jesús a los Infiernos
C.2.2 Escritos complementarios al Ciclo de Pilato
C.3 Evangelio de Bartolomé
D) Apócrifos asuncionistas
D.1 Libro de San Juan Evangelista (el Teólogo)
D.2 Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica
D.3 Narración del Pseudo José de Arimatea
E) Cartas del Señor
E.1 Correspondencia entre Jesús y Abgaro (rey de Edesa)
E.2 Carta de Jesús acerca del domingo
F) Textos fragmentarios
F.1 Evangelios apócrifos perdidos
F.1.1 Evangelio de los Hebreos
F.1.2 Evangelio de los Nazarenos
F.1.3 Evangelio de los Doce o de los Ebionitas
F.1.4 Evangelio de los Egipcios (texto citado por Clemente de Alejandría)
F.1.5 Evangelio o Tradiciones de Matías.
F.2 Fragmentos papiráceos
F.3 «Agrapha» (“palabras de Jesús no recogidas en los Evangelios Canónicos”)
G) Textos Gnósticos (selección)
G.1 Evangelio de Judas (“de Kariot”-Ish Kariot-Iscariote)
G.3 Evangelio según María Magdalena
G.4 Diálogo del Salvador
G.5 Libro secreto de Juan o Apócrifo de Juan
G.6 Libro secreto de Santiago o Apócrifo de Santiago
G.9 El Libro Sagrado del Gran Espíritu Invisible o Evangelio de los egipcios
G.10 El libro del gran discurso iniciático o Los dos Libros de Yeú
G.11 Pistis Sophía
Es en tiempos más recientes que los estudiosos de la historia del cristianismo han comenzado a contemplar la importancia de la “literatura apócrifa” en la “historia de la religiosidad del cristianismo primitivo, con influencias permanentes en la liturgia”[2] y como, ya en otros ámbitos, “sus huellas se han grabado profundamente en las obras de arte y en la literatura”. [3]
Aunque en la actualidad el término apócrifo conlleva un significado de “no auténtico” o de “origen dudoso”, [4] en su sentido original, etimológico - del latín “apocryphus”, y este del griego ἀπόκρυφος apókryphos -, el término apócrifo significa 'oculto', [5] ‘escondido’.
En el contexto del cristianismo gnóstico primitivo el descubrimiento en 1945 de los manuscritos de Nag Hammadi, supuso el acceso directo a los “evangelios gnósticos” en el que el carácter apócrifo, está en consonancia con su contenido pues se adentran, en algunos de sus textos, en los significados “no explícitos” de las palabras de Jesús [6] [7] recogidos en la “tradición oral y escrita”, estando dirigidos a aquellos que ya están familiarizados con la “sabiduría oculta”[8] o sienten la inquietud de acceder al aspecto “esotérico”,[9] íntimo, interior, del Mensaje de Jesús Cristo.
Por otro lado, también con la consideración de “apócrifos”, se encuentran toda una serie de textos que, principalmente, se centran o abordan, a diferencia de la mayoría de “textos gnósticos del primitivo cristianismo” que pocas veces lo reseñan, en los aspectos y detalles de “la vida de Jesús” que estaban “ocultos” o no desarrollados en los “evangelios canónicos”, es decir, los “Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan”.
Todos estos escritos “revelan la diversidad y el vigor del cristianismo de los primeros siglos”, “…algunos de ellos”… “contemporáneos, o quizá incluso anteriores, a los Evangelios del Nuevo Testamento”[10] y confirman, junto a otros hechos, que “la Iglesia primitiva no estaba constituida por una sola ortodoxia de la que luego se apartaron diversas minorías heréticas"..."por el contrario"..."el cristianismo asumía en la antigüedad una significativa variedad de formas, ninguna de las cuales representaba con claridad a una importante mayoría de creyentes en detrimento de las demás."[11]
Es claro que, en el transcurso del tiempo, conforme la Iglesia cristiana adquirió la categoría de “religión del estado”, surgió la necesidad de “unificar” el sentido y significado de la Vida y Mensaje de Jesús y conforme a esta comprensión, se consideraron apócrifos - ya en el sentido de “sospechosos de herejía”, ya en el sentido de “falsos” o “no inspirados” - todos aquellos que no coincidían con lo que se terminó conformando como el Dogma oficial ortodoxo.
Con todo, es significativo cómo lo expresado en algunos de estos textos repudiados por la Iglesia oficial ya establecida impregnó, e impregna aún hoy, muchos aspectos de la “devoción cristiana” y del arte que se fundamentan en las narraciones apócrifas. Ejemplos de ello son la Virginidad de María de la que se hace apología en el Protoevangelio de Santiago, el descenso del Cristo Jesús a los infiernos detallado en el Acta Pilati y en el Evangelio de Nicodemo, en su segunda parte y la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los Cielos, conocida antes del siglo VII como Dormición de María.
También corresponden al acervo apócrifo, los nombres de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, la fiesta de la Presentación de la Virgen siendo niña, los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar con que se conocen a los Reyes Magos, el Nacimiento de Jesús en una cueva y el buey y el asno que en ella se encontraban (Evangelio del Pseudo-Mateo), el nombre del centurión romano, Longinos, que atravesó con una lanza el costado de Jesús crucificado (Evangelio de Nicodemo y Carta de Pilato a Herodes Antipas), y de los dos bandidos ajusticiados a un lado y otro del Salvador, Dimas y Gestas (Evangelio de Nicodemo), así como el relato de la Verónica, la mujer que enjugó con un lienzo la faz de Jesús cuando se encaminaba hacia el Gólgota.
Los Evangelios Apócrifos de “la Natividad, Infancia y Pasión y Resurrección” de Jesús o “Literatura Apócrifa del Nuevo Testamento del Cristianismo Primitivo” confirman, como señala el Evangelio de Lucas en su comienzo dedicado a Teófilo,[12] que ya en la época de su redacción (80 al 90 d.JC.) existían diversas tradiciones orales y escritas sobre la vida de Jesús.
· Fragmento muratoriano · Canon muratoriano ·
La más antigua lista canónica conocida de libros del Nuevo Testamento. Escrito en latín en un manuscrito del s. VII/VIII d.JC., se considera procedente de un original griego del año 170 d.JC. En este “canon” se admite como “canónico”, aunque con reservas, el “Apocalipsis de Pedro”.
Conformación del Canon del Nuevo Testamento
La consideración de “canónico” o “no canónico” vino delimitada, en el devenir de la andadura del Cristianismo, por el establecimiento de un “canon” (del lat. canon, y este del gr. κανών, que significa “caña o vara de medir” al igual que el sustantivo hebreo קָנֶה “qaneh”),[13] “caña”, “vara” o “regla” que medía o calificaba la “rectitud” de lo expuesto en los textos, acorde a la compresión o entendimiento de quienes “medían” o “valoraban” y que terminó conformando “un catálogo”, “lista”, o “colección de libros autorizados” por la Iglesia.[14] [15] Aquellos textos que quedaron fuera de este canon, son los que actualmente son considerados “apócrifos”.
A finales del siglo III y principios del siglo IV la gran mayoría de los veintisiete libros, que aún más tarde llegaron a ser ampliamente considerados como el Nuevo Testamento canónico, eran casi universalmente reconocidos como autoritarios.[16]
Aunque suelen señalarse diversos eventos en la Primitiva Iglesia Cristiana como puntos de inflexión en la conformación del Canon del Nuevo Testamento, tales como la carta anual de Pascua del Obispo Atanasio de Alejandría (ca. 296 -373) en el año 367 d.JC. y los diversos Concilios y Sínodos [17] que tuvieron lugar en los primeros siglos, en la actualidad esta perspectiva ha ido dando paso a que “en lugar de ser un decreto deliberado de un individuo o un concilio cerca del comienzo de la era cristiana, la colección de libros del Nuevo Testamento se llevó a cabo gradualmente durante muchos años por la presión de varios tipos de circunstancias, algunas externas y otras internas a la vida. de congregaciones. Diferentes factores operados en diferentes momentos y en diferentes lugares. Algunas de las influencias fueron constantes, otras fueron periódicas; algunos eran locales, otros operativos dondequiera que se había plantado la Iglesia.”[18]
Quiere decirse con ello que el establecimiento del canon fue en realidad, un largo, gradual y continuo proceso de tamizado y selección de textos.
En su exhaustivo y detallado trabajo “El canon del Nuevo Testamento: su origen, desarrollo y significado” (1997), el erudito bíblico Bruce M. Metzer considera al Gnosticismo, al Cristianismo Primitivo Gnóstico, como una de las “presiones externas” que influyeron a la Iglesia Primitiva para el desarrollo del Canon del Nuevo Testamento [19] y reseña que Ireneo de Lyon (c. 130 -c. 202) y otros se opusieron a la Corriente Gnóstica, a la que describe como “tediosa y ampulosa”, para “proteger al cristianismo” de su “destrucción interna”.
Nos permitimos discrepar de estos enunciados describiendo a la Verdadera Gnosis Cristiana como “un peligro” para el Mensaje Cristiano siendo que, como el propio Metzer reconoce, “ciertos elementos de la propia tradición evangélica parecían dar verosimilitud a la afirmación de los gnósticos”, [20] [21] [22] muy especialmente la singular y genuina Gnosis Cristiana expuesta por la Escuela Valentiniana.
«Se hace preciso clarificar aquí que, diversos de los grupos o figuras que fueron considerados o se auto-consideraban “gnósticos”, en realidad, por sus doctrinas y desenvolvimiento ético, no lo eran. [23] Tal es el caso, entre otros, de Simón el Mago. En sus exposiciones “el vocablo Cristo” [24] no aparece, es decir, no considera la trascendencia de la figura del Salvador.» Otra de las figuras que tradicionalmente es catalogada como “gnóstica”, el griego Marción (c. 85 – c. 160), y que, en forma reactiva, impulsaría la conformación del Canon al elaborar “su propio canon” excluyente del Antiguo Testamento y sólo aceptando algunas de las Epístolas de Pablo, “no debe ser clasificado como un gnóstico completo”. [25]
Y es que, como se ha señalado, “una variedad de los líderes gnósticos del siglo II d.JC. utilizó los evangelios y epístolas del Nuevo Testamento” y más allá aun, como reseñamos en nuestro ensayo “Gnosticismo y Gnosis del Cristianismo Primitivo”[26]:
«Es al Gnosticismo [a la Gnosis Cristiana] a quien se debe “la primera expresión de una teología cristiana sistemáticamente expuesta”[27] y “el primer documento cristiano que revela una doctrina sobre el Dios Uno y Trino”- Padre-Hijo-Madre/Espíritu (Tratado Tripartito NHC I,5),[28] reconociéndoseles a los gnósticos cristianos “los grandes valores de exégesis y doctrina en las alturas con que espontáneamente se mueven”.[29]»
“Que el ciego no vea la luz del sol, no significa que el sol no exista”, reza un aforismo. Que “las alturas” de la “exégesis y doctrina” en las que se movían los “verdaderos gnósticos” del cristianismo primitivo, no alcanzara a ser comprendida cabalmente por algunos de los “Padres Apologistas” no invalida la perspectiva “filosófica-religiosa” y “místico-psicológica”[30] que aportaban, confiriendo a las Enseñanzas de Jesús Cristo su verdadera naturaleza de Vía o Camino de Salvación Interior, Intimo, “Aquí y Ahora”.
Los “Evangelios o Textos Gnósticos de Nag Hammadi” apuntan, principalmente, a “las Enseñanzas del Señor”, a las “otras muchas cosas que hizo Jesús”,[31] entendiendo la Gnosis Cristiana, como “una segunda conversión salvadora” al modo que explica “Clemente de Alejandría” en sus “Stromata”:
"... La Fe es, por así decirlo, como un Conocimiento en compendio de las cosas más necesarias, mientras que la Gnosis es una explicación sólida y firme de las cosas que se han aceptado por la Fe, construida sobre ella por medio de las Enseñanzas del Señor. Ella conduce a lo que es infalible y objeto de Ciencia. A mi modo de ver, se da una primera conversión salvadora, que es el tránsito del Paganismo a la Fe, y una segunda conversión, que es el paso de la Fe a la Gnosis”. [32]
"... Si admitimos que el mismo Cristo es Sabiduría que actúa mediante la actuación de los Profetas, por medio de la cual puede uno aprender la Tradición Gnóstica de la misma manera con que Él durante su vida enseñó a los Santos Apóstoles, la Gnosis será una Sabiduría que consiste en un Conocimiento y una Comprensión de las realidades presentes, futuras y pasadas, con la seguridad y firmeza que le confiere el hecho de haber sido entregado y revelado por el Hijo de Dios.... Esta Gnosis fue entregada por vía no escrita a algunos de los Apóstoles y nos llegó por transmisión de generaciones sucesivas...".[33]
H.T. Elpizein, mayo de 2019.
Revisado y actualizado en julio de 2019
[1] Acorde a A. de Santos Otero en “Los evangelios apócrifos”, BAC, 2009 y A. Piñero en “Todos los Evangelios”, EDAF, 2009.
[2] Hans-Joseph Kauck, Los evangelios apócrifos. Una introducción, pág. 10, Editorial Sal Terrae, 2006
[3] Ibidem.
[4] Osvado García, Evangelios apócrifos, pág. 11, Arkano Books, 2004.
[5] Diccionario RAE, “apócrifo, fa”.
[6] Lucas 8:10 “Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.” RV 1960
[7] Marcos 4:33-34 “Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.” RV 1960
[8] 1Co 2:7 “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria”. RV 1909
[9] Del griego ἐσώτερος, esoterikos, «de dentro, interior, íntimo».
[10] Pierre Crépon, Los Evangelios Apócrifos, EDAF, 2019
[11] Bart D. Ehrman, Cristianismos perdidos, págs. 254 y 259. Ed. Crítica,2009.
[12] Lucas 1: 1-4 “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.”
[13] Diccionario de la lengua española. RAE
[14] Metzger, Bruce M., The Canon of the New Testament: Its Origin, Development, and Significance, APPENDIXES I History of the Word κανών, pag. 283, Clarendon Press. Oxford. 1989
[15] Este Canon está conformado en la actualidad para la mayoría de Iglesias Cristianas por: los Cuatro Evangelios (Marcos, Mateo, Lucas y Juan), los Hechos de los Apóstoles, las Cartas o Epístolas de los Apóstoles (las 14 Epístolas Paulinas, la Epístola de Santiago, las dos Epístolas de Pedro, las tres de Juan y la Epístola de Judas) y el Apocalipsis o Revelación de Juan.
[16] Metzger, Bruce M., The Canon of the New Testament: Its Origin, Development, and Significance, IV Influences Bearing on the Development of the Canon, pag. 75, Clarendon Press. Oxford. 1989.
[17] Sínodo de Laodicea (363-364 d.JC.), Concilio de Hipona (393 d.JC.), Concilios de Cartago (años 397 y 419 d.JC.), entre otros. Con todo, “las articulaciones dogmáticas completas del canon no se hicieron hasta el Canon de Trento de 1546 del catolicismo; la Confesión de Fe gala de 1559 por el calvinismo; los Treinta y Nueve Artículos de 1563 de la Iglesia de Inglaterra; y el Sínodo de Jerusalén de 1672 para los griegos ortodoxos.”
[18] Idem, pag. 75.
[19] Idem, pág. 75
[20] Idem, pág. 78
[21] Lucas 17:21 "the kingdom of God is within you." King James Bible. "El Reino de Dios está dentro de vosotros."
[22] 1Co 2:7 “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta...”
[23] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 32. Editorial El Hilo de Ariadna, 2013
[24] A. Orbe, Cristología Gnóstica Introducción a la soteriología de los siglos II y III, Cap. ISimonianos, pág. 36. Editorial BAC, 1976
[25] Metzger, Bruce M., The Canon of the New Testament: Its Origin, Development, and Significance, pag. 90
[26] H.T. Elpizein, Gnosticismo y Gnosis del Cristianismo Primitivo · El Conocimiento Perfecto de los primeros siglos del Cristianismo, pág. 7, Ediciones Epopteia, 2015.
[27] F. García Bazán, Gnosis la esencia de dualismo gnóstico, pág. 24.
[28] F. García Bazán, La Biblioteca Gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, pág. 220
[29] A. Orbe, Cristología Gnóstica Introducción a la soteriología de los siglos II y III. pág. XVI
[30] “Es claro e indudable que muchos de los gnósticos no eran otra cosa que psicólogos.” C.G. Jung, Collected Works of C.G. Jung, Volume 9 (Part 2): Aion: Researches into the Phenomenology of the Self, The Structure and Dynamics of the Self, pág. 222, Princeton University Press, 2014.
[31] Juan 21:25 “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.”
[32] Clemente de Alejandría, Stromata VII, 57, 3.
[32] Clemente de Alejandría, Stromata VI, 7, 61.